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Se me quedó la mente en blanco de tanta blancura, empecé a pensar que para adivinarla tendría que consultar sus fantasmas,  sus puntos negros...

Y me vi sólo, como con muchos puntos de vista, pero con un solo ojo; frío como cuchillo de duda...

Nadie me ve, paso desapercibido entra pasillos que cortan, que hieren la respiración sincronizada del corazón sediento.

Ya nada se ve, sólo el recuerdo como bloque de estatua solemne en la memoria traidora, la que guarda su botín en dos cofres fielmente custodiados.

Cárcel que sólo encierra ideas absurdas, sensaciones que circulan sobre pistas empapadas de nostalgia, fantasmas de la memoria.

Presos somos de nuestras convicciones y poco tenemos en cuenta que las de los que tenemos al lado nos revelan secretos, fórmulas mágicas que se mezclan en el laboratorio de los sueños. Dulce veneno.

Fantasías invernales

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